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sábado, 30 de mayo de 2015

La oveja de Pablito


“La oveja de Pablito” es un álbum ilustrado, editado en lengua castellana en el año 2006 por la editorial ING Ediciones. No obstante, fue publicado por primera vez en sueco en el año 1912 con el título Pelles nya kläder”(El traje nuevo de Pelle). Es obra de la escritora e ilustradora sueca Elsa Beskow (1874-1953), considerada actualmente una de las fundadoras de la literatura infantil en los países nórdicos.


 “La oveja de Pablito” (Pelles nya kläder), narra la historia de un niño, Pablito, que decide hacerse un traje con la lana de su oveja, ya que el que tiene le queda pequeño (se aprecia en la ilustración como el traje que lleva deja a la vista parte de sus piernas y brazos desnudos).


Para ello pide a unos esquiladores que esquilen a su oveja (no obstante, la ilustración no presenta a ningún esquilador sino a Pablo esquilando a su oveja él mismo. Puede apreciarse la ilustración aludida bajo estas líneas) y luego lleva la lana a su abuela, quien le carda la lana a cambio de que Pablito escarde las malas hierbas del huerto.


Luego pide ayuda a su otra abuela para que le hile la lana, la cual accede a cambio de que Pablito cuide de sus vacas.


El niño lleva las madejas a su vecino pintor, y éste le da una propina a cambio de que vaya a comprar a la tienda un bote de trementina.

Con el dinero sobrante, Pablito compra tinte azul, con el que tiñe la lana.
La historia continúa con la ayuda de otros vecinos y familiares, y el trabajo realizado por el niño hasta que, finalmente, gracias al esfuerzo y al intercambio de favores, Pablito luce su traje nuevo.

En primer lugar, en “La oveja de Pablito” es evidente su intención didáctica. Es evidente que dicha obra es instrumentalizada a favor de la educación en valores con el fin de  transmitir una lección moral: los niños con iniciativa consiguen, a base de esfuerzo y trabajo colaborativo, las metas más inesperadas y satisfactorias. Por tanto, la lectura en cuestión anima al niño a trabajar duro por lo que quiere, ensalzando valores como el esfuerzo, pero también pone de manifiesto las virtudes del trabajo en equipo, de la colaboración y la participación de toda la comunidad, y de cómo entre varias personas pueden alcanzarse objetivos que en solitario sería imposible lograr.

Además, es posible vislumbrar los principios feministas de la autora a través de una incipiente intención coeducadora en la obra, por la cual el varón tiene la misma obligación que la hembra en la crianza de los niños, al presentar al niño realizando todo tipo de tareas, algunas de ellas como el cuidado de la hermanita, habitualmente asociadas al rol de la mujer y la niña.

No obstante, con independencia de su fin didáctico llama la atención, especialmente al lector contemporáneo, acostumbrado al papel sumamente pasivo que ocupa el niño en nuestra sociedad, la gran autonomía que demuestra el infante en el libro en cuestión. Sorprende, porque no se trata de una historia fantástica, a diferencia de otras obras de su autora, sino que consiste en una historia que narra hechos cotidianos de la vida de los niños como cuidar del ganado, arrancar las malas hierbas de la huerta, o ir a recoger leña. Así, nada más comenzar la historia llama la atención el hecho de que un niño de unos seis años esquile con unas afiladas tijeras de esquilador a su propia oveja, algo impensable en nuestro contexto, donde a los niños en edad preescolar se les tiene entre algodones impidiéndoles hasta tomar un cuchillo para cortar su propia comida. Es más, resulta tan inadmisible en nuestra sociedad que no me extrañaría que en esta primera edición en castellano hayan cambiado el texto original, en el que el niño esquilaba a su oveja por “Pablito pidió a un par de esquiladores que esquilasen toda la lana a su oveja”, ya que en la ilustración que acompaña al texto Pablito esquila por sí mismo a su oveja y en las actividades restantes el niño siempre tiene un papel activo, no pidiendo nunca favores a cambio de nada. Por tanto, lo que me parecería inadmisible a mí, no sería que los niños emplearan tijeras, sino que hubieran transformado a placer el texto original de la obra para publicar una versión edulcorada en la que “los niños no tocan cosas afiladas”, ya que esta modificación supondría un cambio profundo en el sentido de la obra, puesto que es una constante en la historia el que el niño ejerza un papel activo en la confección de su propio traje, por ejemplo tiñendo él mismo la lana, no mendigando favores por la cara, tal y como se presenta en la primera situación, sino ofreciendo siempre un servicio a cambio de los favores que le hacen sus familiares y conocidos, tal y como sucede en las cinco fases siguientes al esquilado, como son; el arrancar malas hierbas a cambio del cardado de la lana, el cuidado del ganado a cambio del hilado de la lana, la propina para comprar tinte a cambio de ir a la tienda a comprar trementina para el pintor, el cuidado de su hermana a cambio del tejido de la lana y el rastrillar el forraje, apilar la leña y alimentar a los cerdos a cambio de la confección del traje.

Por lo tanto, esta historia resulta didáctica no sólo para el lector infantil, sino también para el lector adulto, que a través de esta historia puede recapacitar sobre las capacidades de los niños y de cómo limitamos en la actualidad sus posibilidades de acción, ya que a través de las acuarelas de Beskow podemos echar la vista atrás y ver, como si de una ventana se tratara, a un niño de principios de siglo XX, activo y competente, que se desenvuelve en su entorno próximo con total autonomía y resolución. No digo, que debamos abandonar a la infancia a su libre albedrío, sino todo lo contrario, sostengo que los niños precisan al igual que derechos, deberes y responsabilidades, y un ejemplo de responsabilidad y trabajo en equipo es el libro en cuestión.

Asimismo, recomiendo la obra de Elsa Beskow por sus magníficas ilustraciones. Beskow pertenece a la escuela pictórica del Romanticismo nacionalista.
En cada una de las páginas de “La oveja de Pablito” podemos apreciar sus transparentes acuarelas delineadas con lápiz de grafito, que representan idealizadas escenas de la vida en Suecia a finales del sigloXIX y comienzos del XX. En ellas podemos ver desde pastizales en los que se alimenta apaciblemente el ganado dirigido por niños de delicadas facciones, a costumbristas escenas hogareñas de cierto valor etnográfico en las que podemos observar actividades de la vida cotidiana de antaño, hoy en desuso en nuestra sociedad, como la hila con rueca o cocinar en el llar.


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